Aquella noche que llegó Miguel a su apartamento notó que su vecina no era la misma señora encopetada que lo veía con mala cara. Ahora se trataba de alguien que de alguna manera le llamó la atención pero sin darle mucho cuidado; pero igual decidió acercársele. Se presentó –como todo buen vecino-, le dio su mano, y ella con una mirada picara también se la dio. Su nombre Gabriela. Por alguna razón, Miguel no podía conciliar el sueño, y es que se le había quedado la imagen de esa rubia, que lo había mirado de una forma algo extraña pero de una manera buena. Tampoco podía olvidar las pecas en la espalda –su fetiche predilecto-. Y en su cuerpo sentía como una sensación de placer total, sin saber el por qué.
A la noche siguiente cuando llega de nuevo, la mira y la saluda. Esta vez noto que no había llegado sola, había llegado con una amiga. Para sorpresa de Miguel, la amiga de Gabriela le dio un pequeño beso en la boca, con una pasión que hasta él la percibió. Un tanto celoso, pensó que no tenía chance alguno de saborear sus labios carnosos. Aunque se quedo esperando que se fuera su querida amiga, con la única intención de conocerla un poco más y descubrir porque le robaba el sueño. Después de una hora de esperar la ve salir. Toca a la puerta. Gabriela le abre y lo deja pasar. Sin tener una excusa para haber tocado, ella le ofrece algo de tomar. Surge una conversación espontánea por un tiempo acerca de sus vidas, y cosas trilladas. Unas copas después ella le dice que regresa en un momento, que se ponga cómodo. Al verla pasar por delante de él se le queda mirando, y muerde sus labios para evitar no caer en provocación de sus hermosas y provocantes curvas, pero a la vez pensaba como seria perderse en ese cuerpo, en una noche de frenesí con ella. Al parecer no sabía que esa era su noche.
Ahora había regresado con una ropa mas cómoda porque el calor invadía su escultural cuerpo, Miguel al parecer también tenia algo de calor y le preguntó que si podía quitarse su camisa, ella muy amablemente le dice que si. Se quedan en silencio viéndose a los ojos, y pensando que la única forma de quitar el calor de sus cuerpos seria atrayéndolos y bañarlos en sudor. En ese momento Miguel se le acerca sigilosamente, para oler su dulce aroma. En un momento de no poder resistir más, le da un beso, a lo que ella se lo corresponde. Comienzan a tocarse mutuamente, él con su mano se desliza hasta su entre pierna, pero ella le quita la mano. Ella le dice que no, y él dice que sí, a lo que ella le vuelve a decir que no y él que sí. Un poco desconcertado, no sabe porque no quiere, consumir ese fuego que esta quemándolos. A lo que le responde que tiene su pareja, que era la chica que había visto más temprano. Agarra sus cosas y se marcha. Aunque sabia que ella quería algo, pero no lo quería demostrar, tal vez por eso de la “fidelidad”, por eso decidió esperar a la noche siguiente, para que le dijera que sí.
A la noche siguiente cuando llega, esta vez nota que llego sola y entro rápidamente a su apartamento. Sin darle tiempo de salir a flirtear un poco con ella, antes de que pasara algo. Igual decide tocar a su puerta. Estaba abierta. Pasa en silencio. Gabriela se asoma y le dice que pase directo a su cuarto. Al llegar, la encuentra con una minúscula ropa interior. Lleno de excitación, se le acerca poco a poco, hasta que se avalancha sobre ella, y comienza una entrega y recibimiento de besos en esos labios gruesos. Se tocan con caricias un tanto apresuradas, pero con sutilidad, que llegan a todas las partes de sus cuerpos, él agarrando con una mano su cabellera y con la otra su apreciada cintura, mientras ella con las manos en su cuello, lo toma de forma aferrada. Todo esto como si se acabara el mundo y fuera su última oportunidad de tener sexo. Se despojan de la ropa, con una manera tan atroz, con la única intención de devorar sus cuerpos libidinosos, llenos de pasión y lujuria. Los besos de Miguel bajan hasta los senos de ella. Lamiéndolos por toda su zona, va pasando por sus pezones duros y erguidos de placer, mientras ella arquea su espalda de irresistible sensación; se agarra firmemente de las sabanas. Continúan bajando los besos de Miguel aún más pasando por su ombligo, creando un juego de cosquillas, y Gabriela deseando con su mirada que bajara aun más. Al fin llega entre sus pierna; le da placer a su zona más sensible con su lengua, formando remolinos. Ya empapado su clítoris y su cuerpo de tantos orgasmos vividos y sentidos, y sin ella poder aguantar más se derrumba sobre el cuerpo de él. Con mucha prisa llega al miembro hecho piedra de Miguel, se lo introduce todo a su boca, tratando de darle el mejor sexo oral de su vida. Jugaba con su pene endurecido, cual chupeta de fresa hasta la punta. Sus manos pasaban por toda su anatomía, arañándole la espalda, mientras su boca succionaba la última gota del néctar que le regalaba.
Ya exhaustos, pero con ganas de acabar lo que empezaron. Miguel agarra su fornido pene, para penetrarla y así llegar hasta el clímax total. Esta vez no puso pero que valga. Al parecer sus principios amorosos se habían apartado, ante tan abrumador acto sexual. Continua Miguel e introduce su falo rozando primero sus labios vaginales, para que le pidiera de una vez que la penetrará con tal rudeza; viéndola rogar hace su cometido. Comienza suavemente, pero veía que ella quería más rudeza, más rapidez. Le cumple y la hace feliz, le da nalgadas y la hace más feliz. Como toda una complaciente se voltea y se coloca de espaldas, Miguel con ganas aún la complace por detrás, hasta más no poder. Al final acaban juntos sus cuerpos, y se caen a la cama después de hacer volar las endorfinas, la lujuria y ese desenfreno vivido. Se despiden en la puerta del apartamento, pero brota una lágrima, él le pregunta que le pasaba, le dijo que nada, que había sido la mejor noche de su vida, que no se preocupara.
Al día siguiente Miguel toca a la puerta, a ver como había amanecido, pero nadie le contesta, pensó que tal vez había salido muy temprano, y decide pasar más tarde. En la noche pasó y tocó. Lo que no esperaba era que le iba a abrir la misma vieja encopetada que siempre le había caído mal. Con cara de desconcierto le pregunta si esta Gabriela. -Mi hija ya se fue, regresó a Holanda con su esposo- le responde la señora. Atónito a tal respuesta, se da media vuelta y regresa a su apartamento. Se sienta y piensa que todo había sido una vil mentira. Más tarde tocan a su puerta y era la amiga de Gabriela. Ella le pregunta que si sabia donde estaba ella. Se queda pensando y prefiere decirle dice que no, que tenia rato que no la veía. De forma indiferente se marcha la chica, sin antes él preguntarle si ella y Gabriela eran pareja. -Sí, somos pareja desde hace dos años, pero tenemos una relación abierta, como ella estudia en España, y viene cuando puede- responde ella. Aún más desconcertado, se despide, y entra de nuevo. Se sienta y ahora si estaba convencido de que Gabriela había engañado a todos, a su familia, a su esposo, a su novia y a él, y a quien sabe cuantos más. Igualmente lo único que le importo es que ella dijo que sí…
4 comentarios:
estoy dudando si se llama gabriela de verdad pero que te puedo decir las mujeres somos asi; si te gustan estas historias te encantara el nuevo blog que voy a abrir es algo lesbica bisexualmente parecido.
igual te botaste me gusto mucho y me dejo mojadita
Una verdera lástima que Gabriela haya resultado una mentirosa, pero si Miguel igual lo disfruto que podría importarle, aunque creo que su ego quedo un poco herido...
Buena historia, sigo leyendo...
quiero saber cuantas gabrielas hay en el mundo????!!!
muy real y a las vez activa fantasias... un placer leerte.
Amigo jHO jHO...que le puedo decir yo.......
orgásmico el asunto....muy buena historia y lo bueno es que continua....así que hay la sigo....
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