viernes, 20 de abril de 2007

Ella no, él sí.

Version Ella. (II)

Aquella noche que llegó Gabriela a la casa de su mamá noto que el vecino, no era el viejo verde de hace años que la miraba morbosamente. Ahora se trataba de una persona que le llamo la atención. Pero para sorpresa de ella veía como se le acercaba, rápidamente intentó abrir la puerta pero fue en vano. Ella algo tímida pero segura de si misma le extiende la mano. Su nombre Miguel. Por alguna razón no podía olvidarse de ese hombre que le había robado sus pensamientos y solo podía pensar en él. Tal vez, por su cuerpo vigoroso, su cabellera lisa, sus ojos verdes y ese sex appeal que emanaba.

A la noche siguiente cuando llego se encontró nuevamente con él, pero para tratar de no sucumbir ante sus encantos decidió llevar a una “amiga” que la hiciera olvidar todo eso que sentía. La amiga sin aguantar más la besa con sutileza pero con tal pasión que le llego a Miguel. Una vez que pasan y trancan la puerta, la amiga de Gabriela la pegó contra la pared y comenzó a besarla ahora si con lujuria y pasión pero para ella ya esos besos no significaban nada, ese hombre que había recién conocido parece haberle cambiado la vida. Cruzaron unas palabras y luego se fue la amiga. Al rato suena la puerta. En efecto era él y lo invito a pasar. Sin saber que hacer, le invita un trago. Al cabo de unas copas más, ya se siente dispuesta a todo y le dice que se ponga cómodo. Mientras caminaba sentía como ese hombre la deseaba con la mirada y como se resistía a su contonear.

A su regreso se siente más desinhibida con esa pequeña ropa que cargaba puesta. La excusa perfecta: el calor. Miguel también sintió esa onda de calor y le pregunto que si se podía colocar mas cómodo. El deseo de Gabriela se había cumplido, podría ver ese cuerpo que tanto la llamaba sin misericordia alguna. Un silencio sucumbe en el lugar, pero con las miradas fijas en cada uno. Ahora sentía como a su cuerpo se le acercaba, oliendo cada rincón de su fisonomía. Seguido llega el primer beso, un beso que jamás pensó recibir con tan sutileza. Mientras la mano de él bajaba por su muslo sentía que su cuerpo explotaba. Pero no quiso seguir y ella le dijo que no, él dijo que si y nuevamente responde sin dar su brazo a torcer. No le toco de otra que decirle que la chica que había visto entrar antes, era su pareja. En su cara vio que no le había agradado la noticia y así como vino así salio por esa puerta. Pero es que no le podía decir la verdad. La amiga solo era alguien con quien ella quiso experimentar algo más, le tenía aprecio pero nada más.

Una noche después al llegar entró lo más rápido posible, no quería otra vez caer en tentación y menos con lo que le venia encima.

Se quiso olvidar de todo y abrió la puerta, como dándole un pase de cortesía a su reino. Al sentir la puerta, ella lo invita a su cuarto. En seguida los ojos de él quedan atónitos anta la belleza de su cuerpo. Se acerca y comienza una ola de besos incesantes. Sus manos recorren todo su cuerpo sin pudor alguno, como tratando de que su cuerpo y mente estén presentes. Sabía que con cada caricia sus endorfinas impregnaban el lugar. Lo despoja de toda la ropa para ella comerse todo ese cuerpo, ella ya estando completamente desnuda ante él. Sus besos iban bajando cada vez más y más. Llegando a sus senos enardecidos y erguidos con su lengua y manos juntas formando una sola unión. Esos besos seguían bajando por su ombligo y su pelvis hasta llegar a su entrepierna sedienta del mejor sexo que estaba teniendo. Su lengua se introducía de tal forma que se retorcía del placer y sin poder aguantar, más se avalancha sobre su cuerpo e introduce su pene en su boca retribuyéndole el buen sexo oral que le había dado mientras sus manos arañaban su ancha espalda y apretaba sus bien pronunciados glúteos.

Aun con demasiada energía sentía como su hombre se preparaba para penetrarla y así llegar al clímax total. Esta vez no hubo ni un no, ni un si; solo las ganas de sentir lo que no había sentido. Gabriela sentía como Miguel jugueteaba con su sexo rozándole su glande. Sin querer jugar más la penetra suavemente ¡pero ella quería mucho más! ¡La complacía dándole más y más! Ella quería todo y se voltea para que introduzca su falo por detrás. Extasiados de tanto placer acaban juntos ante tal faena sexual. Al momento de despedirse sabia que esa era la única vez que podían estar juntos. Fuerte y tenaz trata de no llorar pero una lagrima cae sobre su mejilla. Aunque él le pregunto no le respondió, solo se limito a decirle que había sido la mejor noche de su vida.

Muy temprano al día siguiente Gabriela se fue de la casa de su mamá sin que nadie supiera. No sin antes dejarle un sobre a Miguel que contenía un cheque por un millón de euros y una nota que decía: “Búscame y te diré que si...”

Ella no, él sí.

Aquella noche que llegó Miguel a su apartamento notó que su vecina no era la misma señora encopetada que lo veía con mala cara. Ahora se trataba de alguien que de alguna manera le llamó la atención pero sin darle mucho cuidado; pero igual decidió acercársele. Se presentó –como todo buen vecino-, le dio su mano, y ella con una mirada picara también se la dio. Su nombre Gabriela. Por alguna razón, Miguel no podía conciliar el sueño, y es que se le había quedado la imagen de esa rubia, que lo había mirado de una forma algo extraña pero de una manera buena. Tampoco podía olvidar las pecas en la espalda –su fetiche predilecto-. Y en su cuerpo sentía como una sensación de placer total, sin saber el por qué.

A la noche siguiente cuando llega de nuevo, la mira y la saluda. Esta vez noto que no había llegado sola, había llegado con una amiga. Para sorpresa de Miguel, la amiga de Gabriela le dio un pequeño beso en la boca, con una pasión que hasta él la percibió. Un tanto celoso, pensó que no tenía chance alguno de saborear sus labios carnosos. Aunque se quedo esperando que se fuera su querida amiga, con la única intención de conocerla un poco más y descubrir porque le robaba el sueño. Después de una hora de esperar la ve salir. Toca a la puerta. Gabriela le abre y lo deja pasar. Sin tener una excusa para haber tocado, ella le ofrece algo de tomar. Surge una conversación espontánea por un tiempo acerca de sus vidas, y cosas trilladas. Unas copas después ella le dice que regresa en un momento, que se ponga cómodo. Al verla pasar por delante de él se le queda mirando, y muerde sus labios para evitar no caer en provocación de sus hermosas y provocantes curvas, pero a la vez pensaba como seria perderse en ese cuerpo, en una noche de frenesí con ella. Al parecer no sabía que esa era su noche.

Ahora había regresado con una ropa mas cómoda porque el calor invadía su escultural cuerpo, Miguel al parecer también tenia algo de calor y le preguntó que si podía quitarse su camisa, ella muy amablemente le dice que si. Se quedan en silencio viéndose a los ojos, y pensando que la única forma de quitar el calor de sus cuerpos seria atrayéndolos y bañarlos en sudor. En ese momento Miguel se le acerca sigilosamente, para oler su dulce aroma. En un momento de no poder resistir más, le da un beso, a lo que ella se lo corresponde. Comienzan a tocarse mutuamente, él con su mano se desliza hasta su entre pierna, pero ella le quita la mano. Ella le dice que no, y él dice que sí, a lo que ella le vuelve a decir que no y él que sí. Un poco desconcertado, no sabe porque no quiere, consumir ese fuego que esta quemándolos. A lo que le responde que tiene su pareja, que era la chica que había visto más temprano. Agarra sus cosas y se marcha. Aunque sabia que ella quería algo, pero no lo quería demostrar, tal vez por eso de la “fidelidad”, por eso decidió esperar a la noche siguiente, para que le dijera que sí.

A la noche siguiente cuando llega, esta vez nota que llego sola y entro rápidamente a su apartamento. Sin darle tiempo de salir a flirtear un poco con ella, antes de que pasara algo. Igual decide tocar a su puerta. Estaba abierta. Pasa en silencio. Gabriela se asoma y le dice que pase directo a su cuarto. Al llegar, la encuentra con una minúscula ropa interior. Lleno de excitación, se le acerca poco a poco, hasta que se avalancha sobre ella, y comienza una entrega y recibimiento de besos en esos labios gruesos. Se tocan con caricias un tanto apresuradas, pero con sutilidad, que llegan a todas las partes de sus cuerpos, él agarrando con una mano su cabellera y con la otra su apreciada cintura, mientras ella con las manos en su cuello, lo toma de forma aferrada. Todo esto como si se acabara el mundo y fuera su última oportunidad de tener sexo. Se despojan de la ropa, con una manera tan atroz, con la única intención de devorar sus cuerpos libidinosos, llenos de pasión y lujuria. Los besos de Miguel bajan hasta los senos de ella. Lamiéndolos por toda su zona, va pasando por sus pezones duros y erguidos de placer, mientras ella arquea su espalda de irresistible sensación; se agarra firmemente de las sabanas. Continúan bajando los besos de Miguel aún más pasando por su ombligo, creando un juego de cosquillas, y Gabriela deseando con su mirada que bajara aun más. Al fin llega entre sus pierna; le da placer a su zona más sensible con su lengua, formando remolinos. Ya empapado su clítoris y su cuerpo de tantos orgasmos vividos y sentidos, y sin ella poder aguantar más se derrumba sobre el cuerpo de él. Con mucha prisa llega al miembro hecho piedra de Miguel, se lo introduce todo a su boca, tratando de darle el mejor sexo oral de su vida. Jugaba con su pene endurecido, cual chupeta de fresa hasta la punta. Sus manos pasaban por toda su anatomía, arañándole la espalda, mientras su boca succionaba la última gota del néctar que le regalaba.

Ya exhaustos, pero con ganas de acabar lo que empezaron. Miguel agarra su fornido pene, para penetrarla y así llegar hasta el clímax total. Esta vez no puso pero que valga. Al parecer sus principios amorosos se habían apartado, ante tan abrumador acto sexual. Continua Miguel e introduce su falo rozando primero sus labios vaginales, para que le pidiera de una vez que la penetrará con tal rudeza; viéndola rogar hace su cometido. Comienza suavemente, pero veía que ella quería más rudeza, más rapidez. Le cumple y la hace feliz, le da nalgadas y la hace más feliz. Como toda una complaciente se voltea y se coloca de espaldas, Miguel con ganas aún la complace por detrás, hasta más no poder. Al final acaban juntos sus cuerpos, y se caen a la cama después de hacer volar las endorfinas, la lujuria y ese desenfreno vivido. Se despiden en la puerta del apartamento, pero brota una lágrima, él le pregunta que le pasaba, le dijo que nada, que había sido la mejor noche de su vida, que no se preocupara.

Al día siguiente Miguel toca a la puerta, a ver como había amanecido, pero nadie le contesta, pensó que tal vez había salido muy temprano, y decide pasar más tarde. En la noche pasó y tocó. Lo que no esperaba era que le iba a abrir la misma vieja encopetada que siempre le había caído mal. Con cara de desconcierto le pregunta si esta Gabriela. -Mi hija ya se fue, regresó a Holanda con su esposo- le responde la señora. Atónito a tal respuesta, se da media vuelta y regresa a su apartamento. Se sienta y piensa que todo había sido una vil mentira. Más tarde tocan a su puerta y era la amiga de Gabriela. Ella le pregunta que si sabia donde estaba ella. Se queda pensando y prefiere decirle dice que no, que tenia rato que no la veía. De forma indiferente se marcha la chica, sin antes él preguntarle si ella y Gabriela eran pareja. -Sí, somos pareja desde hace dos años, pero tenemos una relación abierta, como ella estudia en España, y viene cuando puede- responde ella. Aún más desconcertado, se despide, y entra de nuevo. Se sienta y ahora si estaba convencido de que Gabriela había engañado a todos, a su familia, a su esposo, a su novia y a él, y a quien sabe cuantos más. Igualmente lo único que le importo es que ella dijo que sí…