jueves, 23 de agosto de 2007

Con sabor a caramelo

Cansado de tanto trabajo, de la monotonía, de su vida de soltero y de sus múltiples tareas, Diego decide despejar su mente y tomarse un día completo para él. En el día solo descansa para en la noche tener fuerzas suficientes de hacer que nunca amanezca. Esta vez, decide salir solo. Sin compañía de nadie y a un lugar en donde nadie lo conociera para así dar rienda suelta a su noche de libertinaje y dispuesto a todo lo que le pasara por delante. Esperando siempre que sea de su agrado. Ya con su ropa casual pero elegante decide ir a un lugar que ya lo había visto, pero jamás se atrevió a entrar. Detrás de las puertas del local se encontraban mujeres a montones, luces de colores y tragos de mil sabores iban y venían. Le encantó. Se sintió como en un palacio en donde era el rey. Las féminas abundaban y solo se sentó a beber un trago y esperar la chica que le hiciera levantar ese animo y colocara su cuerpo en calor. Un par de tragos y la demora fue poca.

Allí estaba ella, de piel morena, con ojos verdes y sonrisa de alegría y picardía a la vez. Un contacto visual fue suficiente para que se acercaran el uno al otro y empezar a bailar al ritmo de la música. Con cada movimiento sus cuerpos se unían más y nadie quería hablar solo seguir bailando. Ya agotados se sientan y ahora si comienzan a hablar. Un momento de silencio basto para que un dulce beso entre ellos rompiera el hielo. Caramelo, era la forma en que la quería llamar debido a sus besos tiernos pero sabrosos.

Un par de tragos más y se marcharon del lugar a la casa de él.

Sedientos sus cuerpos por juntarse empiezan a desvestirse mutuamente dándose besos dulces por todos los rincones de sus anatomías. Ella baja lentamente hasta su miembro y comienza a saborearlo con sutileza y a medida que avanza con más agresividad. Diego explotando de placer la agarra por la cintura y la sienta encima de él. Allí, frente a frente comienzan a disfrutar cada uno de su sexo unido, formando el más grande de los encuentros sexuales que alguna vez hayan tenido. Tocándose y abrazándose van yendo al ritmo de sus corazones acelerados para cambiar de posición y seguir disfrutando de una noche llena de sabores intercambiados por caricias penetrantes.

Exhaustos se dejan caer y el clímax llega a su tope. Con una noche por terminar deciden quedarse a dormir juntos esperando el amanecer.

Horas más tardes el sol invade la habitación y Diego nota que Caramelo no esta presente, basto ver encima de la almohada un caramelo para que supiera que se había marchado. Es mejor así, pensó él. Aunque sea por una noche llena de múltiples sabores…